Sincronizar Notas con Disroot

 Disroot ofrece una suite de aplicaciones que nada tiene que envidiarle a Google. Disponemos, en nuestra cuenta, de servicio de  correo, almacenamiento de archivos, calendario, administrador de tareas (en este apartado se luce un poco más que Google), notas, administrador de contactos con funciones extendidas (como los círculos de g+), servicio de chat por xmpp, pads de edición compartida, hosting temporal de archivos encriptados, un buscador que respeta tu privacidad, herramientas de videoconferencias, etc.

Además de ser un servicio que está por fuera de GAFAM, lo que ya constituye algo importante porque como usuarios estamos aportando a la descentralización y democratización de internet, es sumamente seguro, todos nuestros archivos están encriptados y disroot no entrega información a terceros.

La nube, que tiene todos sus servicios gratuitos y privados, es una implementación de nextcloud. Hay algunos editores y aplicativos de sincronización interesantes desarrollados, incluso en Ubuntu 18.04 podemos configurar una conexión desde el apartado de cuentas en línea, como hacemos con GDrive. Esta última, sin embargo, no me ha resultado una configuración óptima. Funciona, sí, pero el desempeño en general es bastante lento. Para sincronizar archivos almacenados está bastante bien, pero para acceder de manera ágil a la edición de nuestras notas no es de lo más expeditivo el método.

Por esas razones que menciono arriba, he decidido implementar otra solución que, en principio parece más rebuscada, pero que ya he probado en dos equipos y no ha presentado fallas.

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El Kacemaster del Tete

Kacemaster. No, no te estoy saludando, es una marca de electrodomésticos con una larga historia. Creo que aún existe porque he visto el logo en unos ventiladores de esos bastante genéricos que han sucumbido a la era del plástico. No voy a ponerme a investigar mucho, buscá vos si te querés entretener un rato.

El caso es que el Tete (a mi abuelo le decían así y parece uno de esos apodos que perdió explicación en un tiempo remoto) era un tipo al que le costaba esto de soltar que tanto se ve hoy en los estados de Instagram y Whatsapp. Entre su casa de Santa Fe y la de Sauce Viejo tenía, apilados en cuartos especialmente destinados a esto mismo (es decir, tener), montones de cachivaches, chirimbolos y tornillos de artilugios desaparecidos. Era una aventura meterse en esos lugares y esquivarle al tétanos. Es cierto que a veces en estos cuartos se conformaban ecosistemas dignos de temer, la gama de colores de las cucarachas incluso me hacían imaginar que en su población se producían furiosas luchas entre pandillas raciales como en las películas de las cárceles norteamericanas. Pero muchas veces (o eso pretendía el Tete, capaz que no eran tantas) estos montones de cosas proveían de cositas que necesitaban los artefactos de la casa para seguir funcionando.

Uno de esos artefactos de vital importancia era el viejo lavarropas semiautomático (ojo eh, semi) grande, monstruosamente turquesa mate, Kacemaster.

No estoy seguro desde qué épocas acompañaba a mis abuelos aquel tractor eléctrico, pero el diseño se me hacía muy Ford Falcon del 50. No encontré fotos en la red y de cualquier manera no lo reconocería, en las últimas imágenes que tengo en mi cabeza ya le faltaban bastantes partes.

Para que el Kacemaster funcione se necesitaban unas cuantas cosas. Corriente eléctrica, disyuntor eléctrico (aunque por aquel entonces la instalación no inspiraba mucha confianza), Jabón en polvo La Espuma, Agua (no pisar el agua y tocar el kacemaster) y el palo de madera largo de un escurridor de pisos.

El último ingrediente que podríamos enumerar sería el valor. Porque había tener muchas agallas para hacer arrancar la bestia esa sorteando la muerte. Un paso en falso, una resbalada, y terminabas frito en agua jabonosa, o con la cabeza rota de un palazo.

El procedimiento era el siguiente. Llenar el lavarropas con agua, jabón a discreción, y un montón de ropa sucia. Girar la perilla hasta algún punto indefinido del dial (al kace le faltaba la tapa y la perilla estaba encajada en su perno, pero no apuntaba a ningún programa, estaba ahí como empalada en el aire). Cuando empezaba a marchar el reloj (un zumbido como el de un autito a cuerda se escuchaba salir del selector de programas) enchufar el lavarropas al toma corriente e inmediatamente, lo más rápido que se pudiere, tomar el palo y darle un puntazo de costeleta al tambor para que arranque.

No es chiste, era pura adrenalina, porque en los últimos días se había puesto mañoso el bicho y ya no respondía a los maltratos habituales, había que pegarle el puntazo más adentro, en los engranajes del tambor, bien abajo, y eso exigía una aproximación muy riesgosa.

Sobrevivmos. Más allá de lo anecdótico creo que lo que debemos rescatar de estas aventuras es esa perseverancia de mi abuelo, ese empecinamiento en no dejar al trasto morirse de una buena vez. Nos hemos burlado del Tete incontables veces trayendo esta historia a la sobremesa de muchas reuniones familiares. Porque nosotros éramos los piolas, los militantes del soltar, de lo nuevo, de esta industria de baratijas efímeras que agregan a las utilidades de los aparatos de antaño, colores, botones con retroiluminación led, pantallas táctiles, y otras pavadas para, finalmente, seguir haciendo lo que siempre hicieron, lavar la ropa. Un poco más automáticos que semi, es cierto, con un poco menos de intervención humana (y de palos de escurridor), pero lavar la ropa al fin es lo que hacen.

¿A qué precio aceptamos estos cachivaches?¿Cada cuántos años hay que cambiarlos?¿Cómo pudimos aceptar así nomás la obsolescencia programada?¿Cuánto puede aguantar el mundo en este capitalismo de chirimbolos?

Es noble arreglar. Arreglar es resistir. A lo mejor el Tete era un avanzado, o no. Pero probablemente debamos mirar un rato atrás y rescatar lo que sea de aquellas épocas que nos ayude a dejar de llenar el mundo de tanta porquería.

Algunas alternativas a Gmail

Hace un tiempo venimos leyendo escándalos como los de Cambridge Analítica, o el más reciente que dice que Google le deja leer tus correos a todo el mundo.

Me sorprende muchísimo que estos escándalos queden en eso, escándalos faranduleros que marcan tendencia a baja en los valores accionarios de una empresa, pero que duran lo que dura en llegar el próximo chisme, y las acciones enseguida recuperan sus valores normales y hasta los superan.

No debería ser así. A mí me han molestado mucho estos temas y, recordándome a mí mismo hace unos años, sin todas estas herramientas sociales y escaparates de vidas falsas, entendí que podía hacer borrón y cuenta nueva sin mucho drama. Es decir, si algo no te gusta, te cambias y listo. Así es todo en la vida, los dramas los imaginamos nosotros y entiendo que una vida sin Facebook, ni Twitter ni Gmail, es perfectamente factible.

Alternativas hay muchísimas. En lo personal, mi mayor deseo es que la gente entienda que tenemos que movernos a plataformas descentralizadas, servicios basados en código abierto, que no dependan de un gestor o una empresa en particular, como el sistema federado de mastodon. Y aquí también hay que decir que tenemos opciones descentralizadas para todo (sí, incluso para la porquería esa de WhatsApp).

En este breve momento que tengo para escribir y no cambiar pañales, no me quiero extender mucho así que abarcaré poco y les comentaré algunas apreciaciones en cuanto a los servicios de correo electrónico.

¿Todavía se usa? Sí, y si utilizas listas de correo para resolver temas en grupo, te darás cuenta de que es una herramienta que permite expresarse y comunicarse de mejor manera que la mensajería instantánea. Tendrás un poco de delay pero, seamos sinceros, la mayoría de las cosas que nos llegan por whatsapp no son del tipo «está saliendo una llamarada de la ventana de tu casa» o «me dejó de latir el corazón».

Recuerdo en un principio, luego de haber utilizado yahoo (vade retro microsoft), haber optado por gmail ya que era el que más espacio ofrecía de manera gratuita. Y durante mucho tiempo no me defraudó; al menos no en ese sentido. Pero ahora que he pensado en controlar un poco mi fantasma digital (nótese que digo controlar un poco, no me estoy proponiendo eliminarlo por completo porque les estaría mintiendo a todos), he estado viendo la posibilidad de usar correos que me ofrezcan encriptación más segura, servidores basados en lugares en los que la legislación no obligue a entregar mis datos a nadie, posibilidad de utilizar clave pública y clave privada, e incluso vpn.

La cosa es que hay servicios muy buenos, y mucho mejores que el que ofrece Google. El único escollo es que las organizaciones que los brindan, no viven de la publicidad ni del aire, y las opciones gratuitas que ofrecen son un tanto limitadas. Recordemos que, en general, son organizaciones que ofrecen protección y privacidad de datos y que, por lo general, se especializan en uno o dos servicios puntualmente (lo que puede llegar a ser algo bastante positivo).

Si me preguntan a mí, he estado utilizando una cuenta de protonmail. Es una empresa especializada en correo electrónico con base en Suiza que ofrece un nivel de encriptación muy fuerte, las posibilidades de definir alias de correo y de dominio, hacer uso de vpn, de claves públicas y privadas, y la seguridad que da la neutralidad suiza. Los correos son tuyos, la encriptación garantiza que ni el proveedor de servicio puede leerlos, y que aunque los pidan encriptados y todo no tienen la obligación ni la necesidad de entregarlos a ninguna agencia de gobierno.

Estoy muy conforme con el servicio, aunque venga con un precio de unos 4 (cuatro) dólares al mes, que al nivel de cambio que estamos teniendo por estos lares parece mucho, pero no es tanto.

Es open source, que no es un detalle menor, porque no existe una cantidad abrumadora de soluciones de código abierto que además ofrezcan servicios así de completos.

Pero sucede que yo no investigué tanto como hubiera debido antes de adoptar una herramienta. Y existen algunas que me hubiera gustado probar antes.

Para nombrar algunas, puedo decir que por lo que he leído Tutanota ofrece prestaciones tan buenas o mejores que Protonmail. Riseup, una organización que tiene como objetivo las comunicaciones libertarias, ofrece un set de herramientas muy buenas también. Openmailbox es otra alternativa , buena, aunque ofrece un poco menos que las demás por el mismo precio.

Hasta donde yo sé, las únicas de código abierto son Protonmail y Tutanota, aunque según la Free Software Fundation, Openmailbox es código abierto desde 2013. Allí mismo, se mencionan unos cuantos servicios alternativos con tintes claramente subversivos 😀

Espero que les haya despertado curiosidad el tema. Seguramente están pagando ya por unos cuantos servicios, considerar un buen servicio de correo, como una herramienta de comunicación libre y segura, no estaría demás.

Yo protesto contra esa cosa abstracta

Así es, yo protesto contra la sensación de inseguridad, he dicho. Aprovecho además la ocasión para convocar una marcha multitudinaria contra la percepción de injusticia y, en la misma, haremos acopio de firmas para que se declare inconstitucional la idea del hambre.
Si eso no es ser un ciudadano argentino políticamente comprometido, no sé qué pretenden de mí.

Sabrán disculpar tan aberrante exordio, es que ando un tanto irritable por estos días, estas gripes de verano que te hacen temblar y sudar la gota gorda son verdaderamente molestas y, para empeorarla uno tiene que andar por ahí socializando con la burrada de congéneres que le tocó en suerte. Así no se puede.
Como buen agnóstico declarado no hace falta que explique lo que me irrita escuchar a la gente protestar, venerar, o convocar entidades ideales según convenga al despliegue histriónico que se aduzca para caer en gracia al vecino.
Es que si queremos que las cosas cambien, las protestas tienen que ser con nombre y apellido, para eso hay responsables democráticamente elegidos. Y no hablo ya de simples protestas, porque cuando los nombres se acompañan de pruebas y el sistema legal funciona, las protestas se convierten en acusaciones irrefutables y entonces, quizás entonces, se logre un cambio de rumbo.
Los conciertos por la paz, por poner un ejemplo, siempre han demostrado ser un medio eficaz para la recolección de fondos (y un fabuloso cartel de promoción comercial), pero la paz nunca se dio por enterada del asunto ¿No sería mejor titularlos de otra forma? Por ejemplo «Concierto para que José Polvorón se deje de jorobar y no le tire más cohetes al de al lado». Bueno, es cierto, eso se parece a uno de esos grupos de facebook que, llegado el caso, tampoco sirven para nada. Pero ya se van haciendo a la idea.
No recuerdo bien en qué libro (probablemente uno de Nietzsche) había leído, simplificando a muy groso modo, que aludir a fuerzas superiores era la mejor manera de someter a los demás. Así, un pastor que se somete a la voluntad divina delante de su pueblo, adquiere a su vez una autoridad irrevocable. «No lo ordeno yo, que apenas soy un humilde servidor, se lo ordena vuestro dios».
Hay muchos ejemplos de lo útil que puede resultar aludir a entidades abstractas. Paz, justicia, Dios, Estado. Y estamos educados para venerarlas porque mientras cuarenta millones de pavotes se junten en una plaza a protestar contra la inseguridad, en vez de pedir que rajen a patadas al comisario Juan de los Palotes o que los ediles de turno se junten a forjar un plan concreto de país, en el que nadie piense siquiera en delinquir; mientras esto no suceda, pienso, tales movimientos seguirán siendo fútiles y banales. No sólo eso, sino que los lemas que adornen las pancartas de tales marchas alimentarán la parafernalia proselitista en las próximas elecciones y adornarán los volantes que ensartarán por los ojos a millones de incautos.
Algo parecido me sucede cuando escucho alguno de estos nuevos grupos de música centroamericanos, que con ritmos pegajosos (como el sudor de la axila al viento caliente de verano, para que no se interprete de manera poética) le cantan a la injusticia social, la desigualdad económica y la pobreza extrema. Vamos, no me joroben más, cada pueblo tiene el país que quiere, a mí no me mueven un pelo.
¿A quién se le hace daño cuando se dice que el mundo es injusto?¿Andará por ahí el señor mundo angustiado por tales declaraciones?
Totalmente desencantado, a riesgo de pasar por insensible, me he visto obligado a cerrarme ante tales manifestaciones conceptuales, sobre todo si salen de la boca de gente que no sabe pronunciar la letra erre (perdón, me salió el fundamentalista lingüístico de adentro).
Cerrando este discurso febril y sin sentido, he aquí mi propuesta: Leamos e informémonos más y dejemos de llenar el éter con tanto bullicio insustancial, que lo único que hace es caldear los ánimos.


Lecturas de verano

Mi verano comenzó lleno de ficciones, la lectura entre amansadoras esperas de toda índole favorecen la alienación de los viajes imaginarios que sólo los bibliófilos conocen. Claro está que sin una correcta climatización cualquier actividad, sea esta intelectual o no, se vuelve imposible. Pero los balcones, la sombra de los aromos y algún aire acondicionado ajeno pueden brindarnos el punto propicio para efectuar el salto hacia otro universo. Así de simple puede ser emprender semejante viaje.

DekitaDekita llegó a mis manos, mejor dicho, a mi computadora desde Nada En Especial. Incluso antes de que esté allí publicado tuve la suerte de contar con un ejemplar borrador que Agustín tuvo la bondad de compartir conmigo. Se trata de un libro de cuentos que recopila algunas de las publicaciones que Agustín Kanashiro, autor santafesino, ha realizado en su weblog. Los relatos, de una concisión envidiable, transcurren entre la ficción y el realismo sucio propiamente dicho. Entre todos ellos, mi favorito ha sido Ana Carolina, no tiene desperdicio. Creo que coincidirán conmigo en esto último cuando lo lean ustedes mismos.

En costas ExtrañasEn costas Extrañas es una novela de Tim Powers, a quien muchos reconocen como creador del movimiento Steampunk. Este libro me lo había recomendado Eugenio, ya que ambos hemos sido fanáticos del juego Monkey Island (aventura gráfica de Lucas Art), y cuando le comenté que las películas de piratas protagonizadas por johnny Depp me recordaban mucho a dicho juego, él me dijo que, a su vez, el juego le recordaba a este libro. En fin, después de semejante embrollo, si les gustan las historias de piratas en el Caribe, los ritos vudú y los barcos fantasma, es recomendable que lean éste libro. Una aventura épica en costas de bucaneros.

19841984 es un libro de ficción futurista escrito por George Orwell. Comencé a leerlo con cierto recato, porque en un principio el relato me pareció abiertamente anti socialista (cosa que no sería extraña, tomando en cuenta el año de edición del mismo). Pero al cabo de unos capítulos me dejé llevar por la ficción, dejé de lado estos prejuicios erróneos sobre un autor que no se los merece, y me terminó gustando mucho ¿No vivimos actualmente en la sociedad del Gran Hermano? Entre éste y otros interrogantes podemos además, encontrar verdaderas premoniciones dignas de Nostradamus. Tenía cierta duda con respecto a las implicancias del acotamiento actual del lenguaje y Orwell ya lo había previsto en la década del cuarenta:

«¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente?»

«Cada año habrá menos palabras y el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño.»

Y un cuadro de las potencias mundiales, pintado desde el pasado:

«El problema era mantener en marcha las ruedas de la industria sin aumentar la riqueza real del mundo. Los bienes habían de ser producidos, pero no distribuidos. Y, en la práctica, la única manera de lograr esto era la guerra continua.»

Con estas tres citas no pretendo arruinarles la novela. Podría copiar unas cuantas más, pero sería demasiado.


¡No tan rápido, que estoy viejo che!

kung fu quelonio

Caramba, tanto tiempo he pasado disfrutando mis ensueños que casi me olvido de desear Felices Fiestas a la compañía bloguera con la que tanto me gusta compartir este espacio.
Escribo, les comento, casi a punta de pistola. En un principio, las personas que conozco me recomendaban muy cálidamente y en tono amistoso que vuelque algunas letras, de vez en cuando, en esta web para no perderme de vista. Los oí, pero no les obedecí (mea culpa) y ahora están aquí, a la puerta de mi casa lanzando improperios, blandiendo antorchas, tridentes y pantuflas sucias, expresando su descontento con mi actitud indiferente.
Muchas cosas han pasado desde aquel artículo del 20 de junio. En materia de libros, vengo un tanto remolón aunque sigo, a ritmo quelonio pero a paso firme.
Siddhartha resultó ser un libro maravilloso. A partir de allí, el camino de la iluminación me llevó hasta El Lobo Estepario, que me sumió por momentos en la oscuridad absoluta. Necesitaba, después de las noches gélidas y el vodka mal destilado de Hesse, algo que eche mi mente a volar, y por eso volví a El Legado. Eldest, que sigue a Eragon en la saga de Paolini, es un poco más largo que el primero pero aclara muchas incógnitas, está plagado de acción y sobre el desenlace se pueden ver dos protagonistas, el propio Eragon y su primo Roran, quienes luchan en dos frentes de una misma guerra. Lo más interesante, a mi entender, de esta parte de la historia es la revelación del mundo de los elfos en los bosques de Du Weldenvarden, la magia y la naturaleza se funden en este relato fantástico que ante mis ojos comienza a emparejarse con el mundo de Tolkien.
Hoy mismo finalicé la lectura de Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. Sin ser historiador ni economista, Eduardo Galeano ha sido el que mejor comprendió la realidad socio-económica de América Latina, y en este libro lo comparte con nosotros. Señalé un montón de pasajes en mi Kindle, pero voy a obviar las citas para no extenderme demasiado, es que se me hace tarde y esta noche es noche buena. Todos los que vivimos en este continente títere, creado y criado para perder, deberemos tragar el orgullo que nos divide en naciones (una división inducida por conveniencia) y entender por qué somos lo que somos y, por supuesto, comprender de una vez por todas cómo funciona la ecuación capitalista: para que uno sea extremadamente rico, miles tienen que ser desesperadamente pobres. Creo que es una lectura obligada para todos los que vivimos al sur del estado de Texas y, sin embargo, ha sido sistemáticamente ignorada por la comunidad educativa (como era de esperarse).
Como verán, la inversión que hice en este aparatito (el Kindle 2) ha dado sus frutos, aunque cada vez que entro en la librería (todavía me parece el mejor lugar para comprar regalos) el papel me llama desde los estantes. Por otro lado, como los editores hispanos siguen siendo reacios a la plataforma, la mayoría de los libros los descargo sin pagar un peso (pura piratería) y los paso al lector de libros electrónicos mediante una aplicación muy completa que se llama Calibre y que está disponible en los repositorios oficiales de Ubuntu.
Recientemente me han llegado correos con ofertas crecientes de libros en español en la tienda de Amazon, aunque todavía son muy pocos en comparación con los que hay disponibles en inglés. No es una mala inversión, ya que el libro se asocia a nuestra cuenta y aunque el Kindle termine sus días trágicamente bajo las ruedas de un colectivo de la línea 16 (nefastos colectivos que llegan desde el Tártaro para amasijarnos), la compra no se pierde y se puede descargar cuantas veces la necesitemos.
Y ya me pasé de las quinientas palabras, así que calculo que el sopor y el aburrimiento habrán abatido a los más curiosos. Sólo me queda escribir que este año me ha regalado mis sueños más hermosos, ya no tengo vanas obsesiones, estoy libre y feliz. Para estas fiestas les deseo lo mismo a todos.